El tiempo como una flecha o el tiempo como un ciclo.

 

Ambas metáforas representan nuestra percepción de esa sucesión irreversible de hechos irrepetibles que paradójicamente reproduce patronesperiódicos en torno a los cuales se organiza la naturaleza. Ahora bien, pongamos en claro que el tiempo no pasa (¿de dónde a dónde lo haría?). No se trata de un tren que va del pasado al futuro con una infinitesimal escala en el presente. Es más, de no ser por los cambios que lo ponen en evidencia en el mundo no habría forma de demostrar su existencia. El tiempo no existe sino que es. El tiempo no tiene sustancia y como consideraban Spinoza, Hegel y Kant,podemos considerarlo como un valor irreal, una construcción del imaginario o como dijo Einstein: “El pasado, el presente y el futuro son sólo ilusiones, aunque sean ilusiones necias”. El paso o la circularidad del tiempo son temas que fascinan al artista Ricardo Milla, quien en varias de sus piezas explora losmúltiples significados de esta cuarta dimensión que rinde cuentas de la historia de las cosas y los seres vivos, de esta ilusión compartida que no se detiene y no da marcha atrás.

La palabra tiempo tiene varios significados y es uno de los conceptos más difíciles de entender. Sin embargo, podemos decir que el reloj no es el tiempo sino su interpretación y que medir el tiempo no es más que comparar ciclos mecánicos, electrónicos o de longitudes de onda con los sucesos que nos rodean y conforman nuestra vida. En las cuatro piezas de la exposición de Ricardo Milla, La estética de la estática (serie que arrancó en 2007 y se expuso en el Instituto Cervantes de Nueva York en agosto y septiembre de 2013), el artista emplea relojes descompuestos a manera de testigos mudos, de puntos de referencia y símbolos socio políticos. Un reloj familiar de mesa es fotografiado 1440 veces (el número de minutos en un día) con un cielo de fondo que marca el paso de las horas. El reloj del templo de Analco de la ciudad de Durango es retratado 24 veces y el reloj de la estación de ferrocarriles de esa misma ciudad aparece en imágenes en 24 reproductores personales de DVD, fotografiado en cada una de las horas del día. El reloj pone en evidencia la aparente certeza del vínculo entre tiempo y espacio, ya que el movimiento de las manecillas nos ofrece una interpretación universal de la progresión aritmética de los minutos y las horas. Aquí los relojes no tienen movimiento interno alguno pero las imágenes en que aparecen son resultado de otras mediciones temporales realizadas con relojes invisibles. En una era de proliferación epidémica de herramientas digitales o apps que han invadido nuestros bolsillos y dispositivos de comunicación, constantemente recibimos información de los parámetrossupuestamente relevantes a la vida, mientras que los relojes mecánicos, en especial aquellos en la vía pública que durante décadas jugaban un papel fundamental, parecen ahora reliquias, artefactos redundantes que tan sólo pueden redimirse por su valor estético o como simples puntos de referencia geográficos.

Medir el tiempo, habitar el tiempo.

 

Un reloj estático es una clara referencia a la melancolía, pero también puede interpretarse como un símbolo de decrepitud y decadencia, de descuido y abandono. Los tres relojes de Milla nos rinden cuentas de la vida hogareña de provincia, la iglesia católica y el anquilosado poder gubernamental (representado por los ferrocarriles, que a pesar de su rica y fascinante historia, son una empresa estatal particularmente ineficiente y retrógrada). Si bien estos relojes inertes invitan a recordar o a imaginar un pasado mejor, pueden representar de la misma manera la inmovilidad cultural o la parálisis política y también nos ofrecen un atisbo de la intemporalidad, de la ausencia del tiempo que es la eternidad. La tecnología del reloj permitió la rígida organización de la sociedadindustrializada, del trabajo y de los rituales modernos. Hoy la tecnología digital está transformando a la cultura e Internet ha logrado imponer una lógica y una obsesión con la instantaneidad. En cierta forma las comunicaciones digitales han puesto en evidencia (a una escala humana) la propuesta einsteiniana de que la simultaneidad es relativa; que el hecho de percibir que dos o más eventos suceden al mismo tiempo puede tan sólo deberse a nuestra localización como observadores. 

Milla pone en evidencia las ambigüedades del tiempo: su ilusión de linealidad en series de fotos organizadas cronológicamente y en secuencias de imágenes que desfilan en un portarretratos digital; así como la percepción cíclica del mismo, en el círculo de reproductores de DVD que no sólo evoca la repetición de los patrones sino que también puede imaginarse como la órbita planetaria que hace posible que exista la periodicidad del tiempo. El circulo de luz puede ser imaginado como una hoguera digital que evoca el punto milenario de encuentro social y de comunión alrededor del cual la humanidad comienza a organizarse tanto de manera jerárquica como en lo que respecta al orden y duración de las actividades en el día y la noche así como de las estaciones. En cierta forma Milla crea un cronopaisaje, un panorama en cuatro dimensiones en el que podemos contemplar a través de relojes inservibles las estructuras sociales, desde la fogata primigenia hasta el hogar, la iglesia y el estado. Es interesante el contraste que Milla presenta entre el tamaño monumental de los relojes públicos y el formato íntimo de las fotos y los reproductores personales de DVD, los cuales prefirió a carteles, grandes monitores o proyectores. Esto podría también entenderse como una forma de mostrar el antagonismo entre un tiempo personal y un tiempo social, un tiempo humano y uno universal, en el espíritu de Newton quien hablaba de la medición relativa del tiempo y de un tiempo absoluto.

 

Secuestros ideológicos.

Por otra parte la carátula redonda con manecillas inmóviles del reloj que aparece en estas fotos y videos es un símbolo que puede leerse como un logotipo del cambio, el progreso o bien el fracaso. Así, los relojes en las fotos de Milla son emblemas, casi emoticones, que proyectan una impresión o un estado ánimo más que información per se. Y así como el reloj es un emblema, Milla retoma otros logotipos circulares igualmente cargados de significado, y a la vez ambiguos, como son los logotipos de los partidos políticos mexicanos. En su obra Síndrome de Estocolmo (2011-2012) el artista descompone y redefine los símbolos del PRI, PRD y PAN al intervenirlos, cambiando y mezclando suspatrones cromáticos para crear una sensación de confusión y parodiar la presunta firmeza de sus valores ideológicos al exponerlos como instituciones oportunistas dispuestas a adaptar su discurso (sus colores) a su conveniencia. Esta pieza interactiva consiste en cubos de Rubik, ese omnipresente rompecabezas tridimensional mecánico, que el artista ha intervenido al sustituirlos colores convencionales por un logotipo político por lado que se desvanece con cada movimiento para luego recomponerse si se realizan los giros en los sentidos apropiados. El nombre de la pieza proviene de la emoción de fraternidad o solidaridad que llegan a sentir hacia sus captores algunos individuos o grupos que han sido víctimas de secuestros. Aquí se trata de un secuestro de idearios políticos. Partidos que pretenden representar una ideología demuestran una y otra vez que sus programas y metas sociales, lejos de ser autónomos, sólidos y distintos, se confunden y fusionan. La manipulación de los emblemas la realiza quien juega con el cubo, quien buscar recomponer la legibilidad y el esquema de color perdido, como si fuera una víctima agradecida y cómplice que niega haber sido estafada por los partidos políticos y espera restablecer el orden o por lo menos recuperar su fe con simples movimientos circulares y un algoritmo.

 

Nosotros y los otros.

El reloj, más que las armas, es la tecnología que nos separa de los proverbiales bárbaros que se localizan del otro lado de los muros de la sociedad.El reloj representa la estructura social occidental, las preocupaciones y ansiedades que dan sentido a nuestro quehacer, al control de la naturaleza, al manejo de los recursos, a la relación dinero-tiempo, a los ciclos de producción y por tanto a la supervivencia del grupo. Nos definimos con respecto al bárbarogracias a nuestras tradiciones y rituales, que por absurdos que puedan ser,adquieren una magnitud única a la luz de la idea de que hay quienes viven a los márgenes de la cultura en franco desacato de las reglas del tiempo. De esta manera la pieza Nosotros (2011), se vincula con el cuerpo de la obra de Milla ya que establece relaciones entre el tiempo, el espacio y el control social. Esta instalación consiste en poner vidrios de botella rotos en la parte superior de unmuro para crear un sistema súper económico de seguridad. Los vidrios son un mensaje contundente y sin ambigüedades que convierte una superficie en una amenaza, en una trampa y en un arma al acecho no sólo de quien trate de entrar clandestinamente sino también salir o escapar en alguna emergencia. Los filosos dientes del muro son en cierta manera otra máquina inmóvil, hecha de fragmentos e incapaz de distinguir entre el nosotros y los otros. La paranoia se vuelve en nuestra contra. En vez de la protección buscada nuestros muros amenazan con desgarrarnos.

Milla es un artista irónico y desencantado, un creador metódico y compulsivo. Sus procesos son arduos y complejos. Sus piezas tienen una falsa simpleza que oculta inquietantes giros lógicos y un compromiso social que nunca es maniqueo ni propagandista. Su obra está cimentada firmemente en la parodia política, sin embargo no se queda ahí, ya que construye una intrincada sintaxis visual cargada de referencias a su contexto duranguense así como a la desoladora situación mexicana de la primera década del siglo XXI. No obstante,sus temas e intereses son incuestionablemente universales, sus rebanadas de tiempo o cronopaisajes ofrecen instantáneas de una sociedad descompuesta, de un país paranoico, asustado y paralizado, fiel reflejo del Zeitgeist de un mundo devastado social, moral y culturalmente por guerras imperiales y depredación descontrolada. 

Naief Yehya